Katmandú. Hace unos años, Kami Rita Sherpa, un alpinista y guía veterano, se encontró con una imagen espantosa en el campamento base del monte Everest. Unos huesos humanos emergían del suelo, lisos y cubiertos de hielo.

No fue una casualidad. En las temporadas subsecuentes surgieron más restos: un cráneo, dedos, partes de piernas. Los guías creen, cada vez con más frecuencia, que sus descubrimientos encajan en un progreso más amplio en la montaña más alta del mundo: un clima más caliente ha estado desenterrando alpinistas que nunca lograron regresar a casa.

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