
El éxito de la jornada de protesta del 19 de Julio no puede medirse en función del logro de las consignas que la convocaron; sería un error si alguien pretendiera hacerlo.
No, se trata de un gobierno incapaz de inmutarse por las 49 personas que ejecutaron extrajudicialmente, y de este Congreso plagado de galifardos, de sinvergüenzas y corruptos que se aferran con uñas y dientes a los jugosos sueldos que reciben cada mes —por legislar en favor propio y a favor de las mafias que los mantienen—.
La jornada de protesta ha sido exitosa no solo por su contundencia, sino también por su alcance nacional, descentralizado y pacífico, y por haber logrado despertar a la ciudadanía de su letanía frente a un régimen autoritario y corrupto que ha venido avanzando aceleradamente en el copamiento de las instituciones —como en las peores épocas del fujimontesinismo— y cuyos fines se proyectan más allá del año 2026. Para ello necesitan del copamiento de las instituciones que imparten justicia que les garantice impunidad, y de los organismos electorales —los cuales deliberan cuáles serán las autoridades políticas en todos sus niveles— con la finalidad de prolongar lo más que puedan su estadía en el poder.