Si, Keiko Fujimori puede tener en sus manos la decisión de si Dina se queda hasta el 2025 o el 2026, puede tener un amago de Estado servil a sus intereses, puede incluso postular y ganar una elección con trampa, pero lo que no podrá lograr es poner de rodillas la voluntad de un pueblo que quiere prosperidad con ley, libertad con igualdad, justicia con integridad.

El escándalo del Rolexgate ha desnudado la extrema vulnerabilidad de Dina Boluarte y su completa dependencia de las gavillas parlamentarias para seguir en el poder. Ni el publirreportaje del hermanísimo en Caretas movió nada de esa fatal realidad.

Ella misma es en parte responsable de que su posición de poder sea apenas un holograma desdibujado y parpadeante porque se puso de costado o permitió la concentración de poder congresal. Hoy la presidencia de la República es, conceptual y legalmente, un ventrílocuo del poder real que reside en la plaza Bolívar.

R.C.M.

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